Te invito a hacer un viaje
hacia un lugar desconocido.
No preguntes,
no hay destino.
Tú y yo
haremos el camino.
Vente conmigo
hasta donde termina
el mismísimo infinito.
No está lejos,
no, mi niño.
Yo lo veo cada día
cuando imagino tu sonrisa
curvando toda mi vida.
Juntaremos nuestras manos
y construiremos en ellas
un ejército de puentes
tan macizos y perpetuos
que unirán inmortalmente
nuestros anémicos cuerpos.
Jamás se hará de noche.
Jamás será de día.
Flotaremos en un limbo iluminado
por el fulgor de tu bravura.
La que irradian tus pupilas.
La que define tus piernas.
La que es tan cristalina
como los ríos que provocas
por el túnel de mi boca.
Llegaremos a esas playas
de arena fina y abrasante.
Donde toda la pasión
yazca plácida en un abrazo
embistiendo la imaginación.
Prometo que te dejaré
la puerta expedita.
Y que no te haré creer
que por abrirte mis piernas
llegarás directo a la parada
adyacente al corazón.
¡Vamos,
salta conmigo!
Si no hay distancia.
Si no hay peligro
cuando dos almas gravitan
en la estratosfera del cariño.
No te dejaré caer
si tú me agarras también.
Seremos nómadas.
O sedentarios.
Paseantes entre idilios.
Viajeros sin movernos
ni un solo milímetro.
Te propongo una aventura
cuya ruta no está escrita
en letras capitales
avivando las estrellas.
Tendrás que buscarla
con tu lengua.
Palparla
con la vista.
Encontrarla si te atreves
a crear los dos unidos
nuestro propio continente.
Uno que no indique
mapa alguno.
Uno fabricado simplemente
con el armazón de las entrañas.
Uno.
Tuyo y mío.
Así que,
¡salta,
vuela conmigo!
©Registrado en Safe Creative Código #1608232137830
Por: María Eugenia Hernández Grande (España)
maruspleen.wordpress.com
Únete a nuestras redes:
Deja un comentario