Vengo a quererte recién levantada y de mal humor, borracha y sin poder poner un pie delante, llegando tarde y con mal aliento.
Vengo a meterme en tu vida a través de la puerta entrecerrada que hay entre tu almohada y mis desamores, entre tus resacas y los libros de mis estantes, entre el “Te quiero” que nunca pronuncias y los celos que sufro en silencio.
Vengo a robarte las dudas para ponerles mi nombre, a clavarme como una espina en tu soledad compartida, a perder la razón por ti para desatar la locura en tu vida, a rendir a tus pies las medallas que me cuelgan encima.
Vengo a darles patadas a tus pedradas para tropezarme con tus gemidos, a navegar con mi barco en tu deriva de suspiros, a honrar tus muertos con las flores que me tatuaron a lo largo de mi camino.
Vengo con el aliento de las golondrinas africanas, con la flor de loto de una vida pasada, con en el pecho abierto en canal por la culpa de dos palabras, vengo a morir por ti portando una espada.
Vengo a perder la vida o a quedarme contigo, a reemplazar los sueños que nunca has tenido o a quemar los poemas que te escribo;
Vengo dispuesto a que me mandes al infierno.
Ya he preparado el camino;
Y he pagado al barquero…
Para llevarte conmigo.
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