Nunca dejes de luchar. Nunca dejes de pelear.
Por lo que quieres. Por lo que eres.
Aunque te canses. Aunque pierdas.
Aunque la vida te dé mil golpes y veas a tu alma sangrar los rincones.
Puedes agachar la cabeza pero no dejes nunca que se caiga tu corona.
La que te recuerda que tú eres el rey de tu reino.
El señor de tus sueños.
Y, lo más importante, no dejes nunca de levantar la mirada.
Porque tú eres el dios que más milagros hará en tu vida.
Aunque las fuerzas se vayan.
Y los brazos flojeen.
No dejes nunca de lidiar.
Párate, descansa.
Respira, toma impulso.
Y anda.
De nuevo. Recto.
Sin miedo.
Nunca mires atrás sino para recordar las lecciones que aprendiste.
Acuérdate de los fiascos.
De las chascos al caerte en tantos charcos.
Porque son ellos los que te ayudan a seguir caminando.
Da mil vueltas.
Equivócate de camino cien veces.
Y si te parecen pocas, mejor que sean doscientas.
Prueba opciones.
Y recuerda que la única opción que no existe es la de no tener más opciones.
Chócate contra el fracaso.
Deja que tu nariz sangre y empápate de ese elixir carmesí que es el que te da las fuerzas.
La valentía.
El coraje.
Ten impronta.
Tírate a nadar en el acantilado más profundo del mar.
Huele la sal.
Siente la brisa.
Lucha.
Sigue adelante, sin prisa.
Que nadie te diga que no puedes.
Y si lo hace, no lo escuches.
Que la única voz a la que tienes que atender es a la de tu conciencia.
Siente el cansancio en las piernas.
Llora un millón de veces pero trágate las penas.
Suelta ese lastre y déjalo que se caiga en su arrastre.
Lucha.
Nunca dejes de luchar.
Por lo que quieres. Por lo que debes.
Combate en el ring con tu mayor enemigo.
Que ya te lo digo, no es otro que tú.
Aprende lo bueno y estate atento a lo malo.
Que sólo el gato disfruta más vida de las que tiene el humano.
Y si quieres tener más que él, escucha a tu alma.
Habla con tus latidos.
Quiérete mucho.
Y ama a los demás, incluso cuando pienses que no lo merecen.
Elévate alto.
Vuela en el cielo pisando con fuerza la hierba en la tierra.
Y nunca, nunca por favor, dejes de luchar.
Que cuando parece que el mundo se acaba, cuando parece que la vida te deja tirado en la acera, el único que puede salvarte es el mismo que terminará de hundirte: Tú.
Por eso pelea.
Lucha.
Batalla tus guerras.
Consigue tus sueños.
Crece de nuevo y conviértete en niño.
Con pasión.
Con amor.
Con cariño.
Por: María Eugenia Hernández Grande (España)
maruspleen.wordpress.com
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