Por momentos amo los aviones.
Bendita sea la sensación de volar y de llegar a un nuevo destino,
Combatiendo la sumisión de obedecer a la gravedad,
Anclados y expectantes en el suelo, atados a los pies, pegados a la realidad.
Los admiro por el ímpetu con que se enfrentan a la inmensidad,
A la majestuosa geografía pasando, literalmente, por encima de ella.
Les agradezco la posibilidad de regalarnos hermosos puntos de vista
Y la falacia de tocar las nubes mientras pasamos por la cima del cielo.
Luego los odio,
Sus turbinas son un terremoto que perturba mi tranquilidad
Cuando su vertiginosa velocidad saquea mis tesoros,
Mis amigos,
Se los lleva a latitudes que no dimensiono,
A otras vidas, lejos de la mía,
Donde la distancia nos obliga a extrañarnos
Y la ausencia a no mirarnos
Y la rutina a no tenernos
¿Por qué la paradójica alegría de verlos partir?
El amor es la virtud de los pacientes
Atender y entender los designios es parte de ese sentimiento,
Al final el avión no es el culpable de lo que la voluntad declara
Él le sirve al Dios y al diablo por el ancho cielo
Sólo los ayuda a llegar y los lleva con gusto
Mientras yo con feliz nostalgia los despido y los veo partir
Y los espero entre el egoísmo de tenerlos y el orgullo de verlos sonreír.
Por: Mafe Piñeres (Colombia)
facebook.com/mafepineresm
Únete a nuestras redes:
Deja un comentario