Nunca hablo con papá de eso que me pasa. Con mamá, ni loco.
Es raro, porque me parece que con papá hablaría. Pero no sé por qué él no me habla. ¿Le tendrá miedo a mamá?
Yo ya estoy empezando a imaginar cosas. Pero no, mejor, no me las imagino. Porque si abro la boca, capaz que se arma lío.
Que no se enteren.
Además, ellos van a misa, los curas andan rezongando con el pecado y eso.
Me estaba acordando hoy de Paquito. ¿Y si lo llamo?
Capaz que viene hoy de noche. Dicen que él siempre cae a todos lados de sorpresa, se sube a fiestas, va a las casas, se hace amigo de los padres.
Capaz que Paquito viene y les habla. Nos habla.
Pero vamos de a poco. Primero voy a seguir estudiando, después voy a conseguirme un trabajo, entonces voy a ver qué hago con la plata.
Tengo tantas ganas de… no sé. Gastar en algo distinto.
Afuera de casa.
Salir a cenar. Con alguien.
No tengo con quién.
No sé con quién.
Las de la facu no me dan ni la hora. Las del barrio no me gustan. Después, no sé.
Me parece… no sé… tan normal que la gente grande salga a cenar.
Papá y mamá van muchas veces. Los dos solos. Van bien. Vuelven bien.
Yo quiero estar bien. Como ellos. Está bien.
O mejor, sí puedo.
Ir a cenar, al cine, y después…
Qué bueno que está que te pase algo como en las películas. No lo digan, pero me gusta cuando se terminan besando sin nada. Al otro día se despiertan tan tranquilos… hasta que suena el teléfono. ¿Por qué siempre tiene que pasar algo que lo estropee todo?
A mí no se me estropeó nada. Todavía no invité a ninguna. Quiero invitar.
Pero primero, tengo que saber con quién salir.
¿Y si le pregunto a Paquito?
No me animo a preguntarles a los del liceo, porque son todos unos paquetudos imbancables. Me dicen cualquier cosa. Se me ríen. Muy creídos. O critican.
Próxima semana: que venga la nueva onda.
Deja un comentario