Enamórate de alguien que escriba. Llámalo poeta o prosista; deja que te incite con versos o párrafos.
Enamórate de esas extrañas personas; seres infelices que apaciguan su soledad con textos que son incomprensibles para los que no saben sentir.
Hablo de seres llenos de vocación y talento que se estremecen cada vez que cogen un bolígrafo y se sumergen al abismo del papel, logrando un punto de intimidad inconcebible para quien tiene miedo de encontrarse consigo mismo.
Sí, me refiero a esas maravillosas criaturas hechas de palabras que nunca encuentran su punto y final.
Enamórate de un poeta que te escriba versos que te calienten en las noches de enero, enamórate de un prosista que con sus letras logre que los escalofríos recorran tu espalda las noches de agosto.
Entrégale ese amor magullado que el pasado se encargó de deteriorar; entrégale todos y cada uno de los parches que utilizas para ocultar esas heridas de guerras, crueles cicatrices que te recuerdan el pasado.
Rózale el corazón a un escritor de sonrisa etérea y mirada indescifrable. Te prometo que cada uno de los secretos que te desvelará merecerán esas lágrimas que ahora se deslizan vencidas por tu coraza.
Mírame a través de las palabras, ¿me ves? Soy yo. Una más de los tantos que logran transmitir sin dejar de querer cada palabra que escribe.
No soy más que una simple humana capaz de estremecerme con tus lágrimas y dibujarte la sonrisa mil veces, con trazos que en lugar de adquirir formas serán palabras que te perfilarán más que ninguna fotografía de falsa sonrisa y mirada vacía.
Sonríeme y entrégame todo lo que tengas, te prometo que no te va a doler si tú no quieres.
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