Ámame cuando esté agotada,
con las ojeras realzadas,
y llena de dolor.
Abrázame cuando todo esté desordenado,
y sin ganas tenga que recogerlo.
Sostenme cuando tenga miedo,
y quiera huir como una niña.
No me mandes flores cuando sea mi cumpleaños,
siembra geranios en mi jardín
para que me acuerde siempre de ti.
Bésame cuando el estrés
de lo cotidiano se apodere de mi
haciendo que el lado oscuro despierte.
Acompáñame,
Consuélame,
en los momentos de tristeza,
así descubrirás
que las alegrías son el mejor regalo
que podemos compartir.
No quiero diamantes,
ni promesas de amor eterno.
No quiero te amos,
prefiero que tus labios estén mudos
porque con cada acto
me demuestres tu amor verdadero.
Ese no existe en las novelas,
ese que soporta
los vaivenes de la monotonía,
y los reveses de la vida.
Superando crisis internas y externas,
discusiones materiales y transcendentales,
momentos donde todo es abundante
y ante todo en la escasez del otro extremo.
Demuéstrame todo tu amor,
cuando no tenga maquillaje en los ojos,
ni me sienta sexy porque todo me pesa
y quiera esconder la cabeza bajo las sábanas.
Desnúdame, en ese instante
y cubre cada centímetro de mi piel
con tu sincera ternura,
y no me sueltes jamás en un enfado,
deja que se apague con los minutos,
y con algún chiste,
devórame sin parar,
y todo el fuego que llevo dentro
se derramará sobre ti
creando un río
de magma de auténtico amor.
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