Reencuentros

El tiempo ha pasado inexorable, despiadado y meditabundo, gastando los minutos atesorados en el ábaco de nuestra vida; pero siempre hay segundas oportunidades, siempre hay segundos trenes en los que subirse y realizar un viaje inesperado, hacia un destino incierto pero, a la vez, apasionante y evocador.

Cuando te vi aquella mañana en el mercado, al cobijo del pan candeal recién horneado, el corazón me dio un vuelco y tuve que frotarme los ojos cansados para comprobar que eras tú. A pesar de los años, de nuestras plateadas sienes y las arrugas de nuestras vivencias, tu mirada seguía tan intensa como siempre, como la primera vez que me cautivó, al soslayo de una primavera tardía. ¡Te reconocí al instante!

Un calor extraño subió de repente por mi cuerpo y, de lo nervioso que estaba, ¡hasta los tomates se me cayeron de las manos! El embrujo de tus ojos dibujó letanías de versos en el envés de mi espíritu. Parecía un chiquillo con zapatos nuevos.

Sí, me aturullaba con las prisas del novel enamorado, que compila las cartas de amor de su amada en la buhardilla de su corazón. A mis años, repletos de canas y ausentes de besos, caminaba absorto por los senderos del reencuentro, entre gente anónima y vendedores ambulantes. ¿Qué me estaba pasando?

Hice acopio de toda mi entereza y me acerqué a ti con un miedo visceral, con un sigilo que traspasaba mi piel. Te saludé y me devolviste el saludo, con un gesto amable. ¡También me reconociste! Lo sé, y no habías perdido ese ángel que te coronaba.

¡Estabas tan bella! Tus ojos marinos de espesura, el pelo de nieve impoluta y tu límpido rostro, impregnado de alegría, impactaron en mi pecho como un ciclón de besos antiguos. Los años sólo han matizado expresiones y han corroborado lo que yo ya sabía: que eras la muchacha más hermosa del pueblo. Y de nuevo te estaba mirando ¡No podía creerlo! El tiempo cruel, al que tanto maldije, te había puesto de nuevo en mi camino.

Pero aquel destino juguetón ya había mostrado signos de impiedad, danzando con nuestros sentimientos y lanzando al viento nuestras promesas jamás escritas. Tú en un polo y mis ojos en otro, rompiendo las distancias que nos unían, sin remilgos, con pasiones desesperadas que encontrábamos, cada tarde, en el arroyo de nuestros padres, en aquel recodo escondido, junto al puente soñado. Un encuentro mágico, jovial, entretenido de flores y anhelos por cumplir. Jamás podré olvidar aquellas caricias temerosas y los abrazos frustrados por miradas indiscretas. Y sé que tú tampoco.

Y así llegó el día de las lágrimas, luctuosa función en un escenario maldito y traicionero. Partiste resoluta, quebrando el lazo auténtico de mi amor por tus labios, por tu ser, por tu sonrisa. Partiste para siempre en la refriega de unas voluntades extrañas, que manejaban los hilos de marionetas sin sentido. No podía hacer nada, no podía cambiar lo que ya estaba escrito. El destino me daba la espalda y tú te alejabas de mi.

Lloré en la ausencia de tus manos, en el hueco de tu presencia, en la frialdad de tu sombra; sorbí las penas de mi alma, en una locura de amor austero, de prisas y distancias infinitas. Me quedé sólo y apenado, recomponiendo mi espíritu hecho añicos y buscando tus ojos en la profundidad del cielo. Fue duro, demasiado duro.

Ese tiempo maldito fue suavizando el dolor macilento de mi rostro y relajó la rabia indignada de mi corazón. Conocí otro ángel, otras manos, otros labios y unos ojos castaños, llenos de fuego. Y amé, ¡vaya si amé! Confortando, al fin, mi corazón desbocado y endulzando mi alma desdichada. Felices años de vida junto a una pasión hecha consuelo, junto al cariño hecho cortesía, junto a una fidelidad rocosa de una compañera perenne y amante. Dichosa familia con unos cimientos recios, con un camino transitado libremente, sin mirar atrás, sin peaje ni carga. Sí, en ese momento de mi vida, fuiste un recuerdo amable, una vaga imagen etérea, que guardé en un cajón hermético de mi desván polvoriento.

Y sin preaviso, llegó otro dolor, otra ausencia, otra despedida, otro pañuelo de lágrimas y un féretro indeseado. Partió ese amor entregado hacia un balcón en el cielo, esperando mi llegada, mi presteza y mi resignación. Y dejó atrás una intensa vida, unos hijos amados y un corazón abatido. Otra vez el destino, otra vez el tiempo por vivir, otra vez los senderos inescrutables de un reloj maldito. De nuevo la espera y la soledad.

Pero el otro día, al verte tan reluciente, volví a sentirte cerca, demasiado cerca. Otro horizonte se abría ante mis pies cansados, otro sol despuntaba al alba, en la seguridad de unos brazos impolutos. Aquel baúl, cerrado a cal y canto, de pronto se abrió sin reservas, estallando en mil pedazos las cadenas que nos separaban.

Y ahora te estoy escribiendo, atrevido en el verso y en intenciones, dominado por el amor que te he profesado siempre y lamentando también la perdida de tu esposo. Lo sé, lo he sabido. En el respeto de tu afecto por él, me he contenido prudentemente, escondiendo mi torbellino de pasión y ternura; en esta cruda demora, he sentido otra vez la ausencia penetrante de tu respiración.

Después de que el minutero haya doblegado nuestras almas, traicionando las esperas inciertas y rompiendo amarras, vengo a decirte que deseo pasar lo que me queda de existencia a tu lado, como hacíamos antaño, perdidos en paseos infinitos por la rivera del río, abrazados en lazos eternos sin tener en cuenta segundos ni miradas, susurrando nuestros nombres para que se los lleve el viento y amándonos con una pasión eterna.

Sé que te costará digerir estas letras, impresión atemporal que la brisa del amor nos ha traído, pero, mientras aplacas tu sorpresa, te esperaré cada tarde en el puente de nuestros desvelos, hasta que llegues presta a montarte en este nuevo tren, a subirte de nuevo en la vida y aprovechar esta segunda oportunidad, preñada de esperanza.

Siempre seré tuyo.

(26)

7 respuestas a “Reencuentros”

  1. Me ha encantado primo, estoy segura que esa historia que cuentas en esta vida llena de matices y contraste ha ocurrido de verdad. Los trenes que pasaron y se fueron pueden regresar en el momento adecuado. Eres grande,cada día escribes mejor. Un abrazo.

    Le gusta a 1 persona

    1. Me alegro que te guste prima. Siempre hay segundas oportunidades. Gracias por tus palabras. Un fuerte abrazo

      Me gusta

  2. Precioso José Carlos. Con total seguridad, en este mismo momento, hay miles de personas en el mundo viviendo la experiencia que narras en tu relato.

    Te vas superando cada día en tu faceta de escritor.

    Un saludo.

    Le gusta a 1 persona

    1. Gracias Enrique, por tus palabras. Me alegro mucho que te haya gustado. Siempre hay segundas oportunidades. Un abrazo amigo

      Me gusta

    1. Avatar de José Carlos Mena

      Gracias, me alegro que te haya gustado. Un saludo

      Me gusta

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entradas relacionadas