Sé de un niño que no le importa andar descalzo,
que no le importa regalar un abrazo,
que no le importa soñar despierto o reír durmiendo.
Sé de un niño que no juzga,
que es feliz sin ataduras,
que anhela un mejor mañana,
un milagro lleno de dulzura.
Sé de un niño al que la brisa lo llena,
un «hola» le da vergüenza, y un «adiós» mucha tristeza.
Sé de un niño al que los recuerdos no le son de extrañar,
que a pesar de ser maltratado por la vida y sus papás, desea triunfar.
Sé de un niño al que la melancolía nunca le ha visitado,
que anda con un ángel al lado,
que un destello de luz y él, son lo mismo.
Sé de un niño que con la suciedad en sus manos
y la mugre en sus pies,
se presenta mejor que aquellos que visten de Channel.
Sé de un niño al que trabajar no le pesa,
primero que el gallo y junto a la luna,
porque dice que la vida le tendrá cosas mejores.
No pierde la esperanza, no pierde la sonrisa.
Es de admirar, ese niño.
Es de envidiar, ese niño.
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