Diciembre,
el décimo mes
de los doces de la diosa,
donde la noche más larga se acerca
y el triunfo del sol retorna.
El niño de Nazaret
sustituyó
las saturnales,
y bajo su pesebre
el dios Mitra duerme.
Somos herederos
de la alegría del regalo,
de las cenas y los almuerzos sin mesura,
del beso bajo el muérdago celta.
Los adornos
de un árbol nórdico
refulgentes,
centelleantes,
con iridiscente estrella de cometa.
Natividad de mazapán
y figuras de jengibre.
Recuerdo tus brazos
rodeándome
en las heladas
de noche buena.
El olor del anís dulce
junto al primer mantecado.
Salir para ver las luces
y hacer rutas por los belenes.
La llegada de los reyes
con la ilusión
del novedoso juguete.
Diciembre,
que das y quitas,
que alegras y entristeces.
Por los que vienen
para hacernos viejos.
Por los que se van
y aún siguen con nosotros
dentro de nuestros
inefables recuerdos.
Te echo de menos
Papá…
Eres abuelo de siete nietos,
el más pequeño,
sin haberte visto
ni conocido en este tiempo,
siente tu presencia
en cada momento,
por ese motivo
tu retrato,
está marcado
con sus besos.
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