Era huérfana, así que podía darse por muerta en medio de aquella devastadora tormenta de nieve… Se hizo un diminuto ovillo de tristeza en un rinconcito y entre fuertes escalofríos esperó el final. En su cabeza una idea martilleaba: ¿No merezco que nadie me abrace?
Lentamente todo se hizo negro. Casi no sentía nada excepto dolor…
De pronto sintió calor; pensó que había muerto. Abrió los ojos y vio el milagro: una madre le regalaba el ansiado abrazo. Pero ¿cuál de todas?
¿Acaso eso importa?
Deja una respuesta