¿Es la literatura machista? O, en cambio, ¿son los escritores los machistas? Constantemente me lo pregunto de un modo reiterativo y con bastantes incógnitas que me son imposibles resolver.
Partimos de una estructura social patriarcal, un sistema socio-económico y político que engendra el machismo desde su origen y sin duda alguna, somos educados en machismo desde antes de nacer pues mucho antes de saber cómo seremos ya nos están imponiendo un nombre y unos colores por nuestro sexo.
Sin embargo, retomando el tema que atañe a esta entrada, el machismo está en todas las esferas de nuestra vida, convivimos con él de un modo casi subliminal y, aunque es cierto que muchas tenemos conciencia y vemos ciertas actitudes, el machismo pervive y se reproduce. Entonces, ¿qué sucede con la literatura? Con cierta evidencia entenderemos que el escritor es un sujeto activo en esta sociedad la cual, como decía, tiene una tradición machista muy arraigada.
De este modo, la literatura es el reflejo del pensamiento de una persona que ha sido educada bajo ciertos valores hegemónicos y que, además, toma partido a favor de esos valores o ideología dominante. Es así como los roles patriarcales y las actitudes machistas nos llegan a través de los escritos: un poema, una novela, un ensayo, un artículo de opinión… y se sumergen en nuestro subconsciente, se sumergen hasta echar raíces.
El hablar del machismo en la literatura surge a raíz de varias problemáticas o, mejor dicho, carencias del sistema: sistema educativo que invisibiliza a las escritoras, editores que piden sexo a mujeres que quieran publicar en esa editorial, escritores o poetas de rango twitterstars que publican y que además violan a sus seguidoras, poemas que aceptamos como populares pero que mantienen en nuestro ideario la toxicidad en el amor, novelas que mantienen roles de maltrato, estereotipos hechos artículos… y un largo etcétera.
La cuestión es mucho más grave de lo que puede resultarnos a simple vista. Lectores de todo el mundo ven más legítimo romantizar la tristeza que la muerte, pero también ven más lícito romantizar la violación y la vejación de la mujer. Quevedo era antisemita y no lo disimulaba, era respaldado por todo un sistema social y un ideario colectivo predominante, sin embargo, F. G. Lorca también albergaba machismo (sólo hay que ver su afán por presentar a sus personajes femeninos en la tragedia y soltería, como un acabose), pero es que Pedro Salinas también romantizaba la toxicidad y la violación, y ni hablar de Pablo Neruda y su «me gusta cuando callas porque estás como ausente».
El machismo de los escritores de los s. XVIII, XIX o XX no es menos machismo que el que ahora puedan profesar ciertos escritores que versan sobre cómo violar a una mujer. Sólo cambian las formas, que se romantice el machismo no significa que no existiera/exista, del mismo modo que la realidad no cambia si se sigue invisibilizando a las escritoras, sus realidades y sus publicaciones.
Hace poco leí que no es que las mujeres escribamos otros temas, pues esta creencia procede de una corriente del feminismo de crítica literaria, que se centra en que la crítica literaria mantiene una escritura femenina (con ciertos temas predominantes propios de la mujer); sino que las mujeres escribimos otros temas porque los hombres durante siglos se han dedicado a escribir sobre nosotras, sobre cómo poseernos, acosarnos cuando ya les dejamos y sobre ellos mismos y sus tristezas. Es así como se invisibilizan realidades que no acontecen al hombre blanco hetero, y no es que nosotras escribamos diferente, es que no escribimos desde el machismo sino contra él.
Por ello, resultará determinante las lecturas que elijamos a lo largo de nuestra vida, pues no sólo somos seres sociales, sino que somos seres influenciables por lo que leemos y nos leen.
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