Torrente de caracolas delirantes
supuran versos sin ojos,
con alma, sí…
perenne,
lozana,
sin prisa,
sin adagio,
sin refrán,
sin proverbia.
Hijo del tiempo…
Hijo de lo eterno…
A tus pies la poesía
en sus altares te ansía,
en la desnudez de tu palabra,
en lo perpetuo de tu alma.
Come de tu boca el sol de la mañana,
madrugan los grillos porque has nacido;
calla la luna y esconde su velo
espera sin prisa
tu historia,
tu leyenda,
tu sello de hierro.
Cuando calle tu pluma
y la fe grite al cielo:
«Un poeta pisó la tierra»
Embarrase el fango con su celo.
Celo de ti, de tu presencia
de tu fina recurrencia
al mar de los secretos,
de los misterios
detrás de las sombras tristes
que empapan tus suelos.
Yo te miro,
con los ojos en los dedos,
y en un beso de amistad te bebo,
te endulzo con carbón
y te mojo los cabellos;
con mis versos te bautizo
porque eres un prodigio
que ha de parir el cielo
cuando nazcas de nuevo.
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