Nunca me gustó
poner rejas a mis puertas.
Llenar de vallas mis espacios.
Cerrar con cerrojos de hierro
y llaves en el fondo de océanos
las ventanas de mi vida.
Una vez se me ocurrió
construirle un muro de hielo a mi corazón,
pero se me olvidó
que al llegar la primavera
el sol sale a pasear más a menudo,
y ahora tengo un precioso río
cruzándome el esternón.
Como digo,
nunca me gustaron
las contraseñas complicadas
de usar y tirar.
Tampoco las cortinas tupidas,
que apagan la vida exterior
y esconden la interior.
No exijo superar
una gymkhana de pruebas
que te guien hasta mi centro.
Pero si quieres acercarte.
Si quieres traspasar mis fronteras
y mirar lo que hay detrás.
Si quieres probar el agua de mi río
y respirar el perfume de mis amapolas.
Solo te pido una cosa:
Descálzate.
Quítate los zapatos y pisa despacio.
Sin miedo, sin prisa.
Porque el césped verde
que ahora ves desde el umbral
lleva meses luchando por crecer erguido,
y si pasas corriendo y sin cuidado,
quizás arranques de raíz
las tímidas margaritas blancas que florecen,
impidiéndoles volver a nacer
después del próximo invierno.
Premio Local de Poesía «Ángel López Martínez»
Deja un comentario