Carta al cielo

Tu cuerpo se marchitó hace días, meses o años. Ya no estoy muy segura. Con en tiempo, tu aroma se alejó de las almohadas en donde tendrías que haber descansado tu cabeza, pero que terminaban en el suelo todas y cada una de las noches. Se volvieron insípidas las caminatas matutinas, mis pies extrañando tu compañía. Mi par de pulmones echando de menos el aire que necesitaban para pronunciar tu nombre, para llamarte, para cantarte. Me fuiste arrebatado sin poder soltar anclas, sin protección, a la deriva.

Aún veo tu reflejo en el espejo ovalado que cuelga tristemente de la pared azul. Los ojos compasivos, la nariz chueca, los labios ligeramente separados como a punto de decir algo y las manos colgando a los costados como un par de péndulos. Tu alta figura que desde el principio me pareció familiar, tu postura relajada y esa sombra fiel. Estás todo tú. Como cuando nos encontramos por primera vez y empecé a quererte; voz, hombros, suspiro, cejas, palpitar, ombligo, silencio, espalda, aliento, boca. Todo.

2 respuestas a “Carta al cielo”

  1. La ausencia espanta la felicidad y los recuerdo la traen así sea de una manera efímera…

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