Las mejores historias se escriben despacito y con buena letra, y sus páginas se cosen con las agujas del reloj. Y la suya, que empezó con letra capital, todavía se está escribiendo.
Estaban bailando al son del Danubio Azul junto al fuego que crepitaba fiero en la chimenea de piedra gris, agarrados fuertemente de la cintura, como el vals que bailaron la primera vez que se conocieron en las bohemias calles de Viena, tras el Concierto de Año Nuevo al que habían acudido para cumplir uno de sus grandes sueños; supongo que es cierto que un sueño conduce a otro. Las llamas, en la oscuridad del salón, no hacían más que intensificar en sus ojos el amor que seguían sintiendo el uno por el otro casi seis décadas después.
Mientras se sucedía una canción tras otra, en su mente lo hacían los recuerdos de toda una vida, como fotogramas descoloridos y difuminados por el paso del tiempo.
Al poco tiempo de conocerse se dieron el sí quiero en Madrid, pero la pizpireta chiquilla se negó a pronunciar el voto de «hasta que la muerte nos separe» y hasta obligó al capellán que oficiaba la ceremonia a omitirlo del discurso nupcial; a él le encantaba esa fuerza y mucho más cómo la hacía enfadar cuando bromeaban acerca de quién partiría primero.
En su luna de miel bailaron y bailaron y al regresar el baile continuó. Se instalaron en la ciudad que vio nacer su amor; él, curiosamente, como violinista de su Orquesta Filarmónica y ella diseñando complementos con abalorios de cristal para Swarovski.
Pero el mejor baile de sus vidas fue, sin duda, cuando encargaron a su pequeño; ahora todo un hombre. Y continuaron bailando…
Ahora, el fuego seguía ardiendo, manso, pero su velita se iba apagando. Y le dolía, le dolía ver cómo quien más amaba se iba consumiendo, desvaneciéndose como lo hacían los últimos acordes del vinilo de Strauss. Pero sabía que era el precio a pagar por toda una vida de amor a su lado y envejecer juntos, sabía que eso es lo que trae consigo un «sí quiero», y lo volvería a dar mil veces más.
Pero aún sin música, ellos, enlazados, continuaban bailando…
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