Han venido a por mí,
me llevarán sin más ni resistencia.
Cantos, cantos, oigo voces.
Son cuervos implorando perdón.
Venid a salvarme; el cuerpo me arde.
Mis gritos silencian el coro en el cementerio.
Espera de regalo mi voz,
y de cadena mis venas.
Muerte, suena el alba, mi aura se ennegrece.
Libertad, claman mis manos,
sus dedos salen desplomados,
mi anillo de estómago oxida de llantos.
Zzz… Suena el gigante dormido,
su cuerpo mutilado me pide auxilio,
auxilio que él me ha negado
en el camino de pútrido recorrido.
La campana, la campana,
oíd la campana cómo cesa.
No puedo hablar, ni pensar palabra,
Porque se me cierran las arterias.
Corro, mi cuerpo inmóvil.
Los árboles me miran y ríen de gozo,
me atrapan entre ramas, él viene por mí,
se me lleva el alma, me quita el brillo.
Tres, dos, uno, y zaz.
El fuerte sello suspende mi cuello.
Me ha hecho víctima de los vivos muertos.
Se escondió en mi piel, bajo mis lunares infectos.
Se avezó en mí,
creyendo de aquí su poderoso dueño.
Brota en las catatumbas de la linfa queriendo ser violeta,
con ruido de noche para estremecer el cuerpo.
Lo abrazo, mi garganta llora.
Me aferró a su pecho de corazón vil.
A su espalda vidrios en el suelo.
Le dije: “derrama mis venas” y él repitió “añil”.
Joselyn Revelo
Deja un comentario