Acabo de cerrar la puerta
y he intentado no pillarme los dedos.
A la próxima,
voy a intentar no encasillarme el corazón
en salidas que no merecen mi estancia.
Supongo que ahora
tengo que aprender que el dolor es lo que sana
y que un buen disparo a tiempo
te hace abrir los ojos.
Ahora camino descalza por el pasillo
con la única esperanza de no encontrarme de bruces
con mis mil monstruos al rodear la esquina.
Abarco la soledad con el mismo orgullo
que con la fuerza del golpe
para liberarme yo misma.
Y es que nadie en su sano juicio ha sido capaz de soportar
una caída que tiene secuelas
hasta después de levantarte.
Supongo que todo esto tenía que pasar.
Y tú tenías que salvarme.
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