Mi vida huele a mar.
Recorro siluetas
en las olas
evitando —necio—
una espuma
—que siempre
me logra alcanzar—.
Mi vida huele a mar.
Lame mis heridas
sin juzgar…
A través del dolor.
No hay cicatriz
que resista
un toque de sal.
Mi vida huele a mar;
un mar al que miento.
De brazos cruzados,
ni yo me creo.
Me topo de bruces
contra mi propio cuerpo.
Mi vida huele a mar;
un mar del que huyo,
del que recelo,
al que no reconozco,
que ensucia
mis manos al
tocar el suelo.
Mi vida huele a mar.
Una corriente que
perdió su rumbo.
Su sonido hipnótico
me hizo olvidar
aquello que entonces
tuvo sentido en su surco.
Mi vida huele a mar;
uno que muere y resucita
innumerables veces,
ese que termina
con la última palabra,
que te ve caer
sin parecer que fallece.
Mi vida huele a mar;
ese al que no le importa
verte sangrar,
al que conoces
únicamente cuando
empiezas a andar.
Ahora
mi
vida
es
mar.
Poema que forma parte del libro «Tú, yo y el mundo».
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