Decepcionado
por esperar lo inesperado,
por confiar
cuando jamás debía haber confiado,
por tener que romper lazos
que antaño creía sagrados.
Sí, decepcionado,
tremendamente apático,
abstraído, acribillado,
dolido por el tiempo perdido
y muy cansado.
Decepcionado por lo que no fue,
por lo que no pasó,
por lo que dejó de ser
y se marchó.
Tantas veces di
que estoy vacío por dentro,
no tengo ganas de poner la otra mejilla
y me duele el alma,
teñida de gris por la lejanía
que me trae el viento.
Sí, decepcionado
con las personas,
con la actitud de esta sociedad baldía,
con la hipocresía
y con aquellos valores
que se fueron por las alcantarillas.
Decepcionado,
con la amistad tan cacareada
y tremendamente maldita,
amiga de traiciones,
de maldiciones y cuitas.
Decepcionado con la gente,
con la entrega,
con la solidaridad macabra,
con la senda que se escapa,
con la sonrisa de muerte
y la puñalada por la espalda.
Y en este mundo ajado por las comunicaciones,
donde todo es más cercano
y cuenta el instante,
el contacto se pierde,
la relación de aliena,
el amigo envilece
y la relación se aleja.
Nada tiene sentido
y cuanto más conectados,
más lejos estamos.
Sí, estoy decepcionado,
por todo lo sacrificado,
por el adiós definitivo
y ese paso del tiempo
que jamás recuperaremos
y que, un día, se verá cumplido,
cuando ya no tenga remedio.
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