La guerra
ya no habita
en mi garganta
ni en mi pecho.
Conseguí dejar
de ahogarme
con premisas
y promesas.
Sin formular
preguntas,
sin pretender
ser tu todo.
Construí fuertes
en la periferia
de ese pueblo
que es tu abrazo.
Esta noche
quiero ser
el cobijo,
la guardiana
y la linterna
bajo tu cama.
¡Muy bueno!
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¡Gracias!
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Gracias por leer, Dante.
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