Si un día, hastiado de desierto, volvieras,
tus huellas borrarían todas las preguntas
y celestinas, sobre ellas,
crecerían nuevas margaritas.
Si un arrebato de anarquía
te hiciera soltar los remos
y la deriva te trajera hasta mi orilla,
esta melancolía que ha envejecido en mis pupilas,
progresivamente, si volvieras,
se me iría haciendo niña.
Si volvieras cesaría la lluvia
y sobre los cristales
húmedos y rotos de nuestros espejos
se reflejarían sonrisas conocidas;
y quizá llovizne un poco,
pero esta vez con sol.
Si volvieras,
me desvestiría de este lúgubre ropaje
y luciría de nuevo aquellas perlas
que oculté tras los besos
guardados para tu boca.
Si volvieras
guardaría silencio ante las objeciones
y le daría absoluta e irrevocable libertad a mi piel
para ocuparse de los argumentos.
Si volvieras,
apostaría a una lanzada
esta y todas las vidas que me quedan;
que no querrás volver a irte.
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