Ando por andar,
recorriendo cada centímetro de los pasillos
recordando tu aroma y moldeando tu cama,
intento recuperar tu territorio
peleando sin tregua contra el silencio.
Voy por ahí
con el corazón expuesto
que no recuerda lo que sueña
y se apaga horas enteras
para no tener que limpiar los recuerdos.
Extiendo las marcas de amor sobre la madera
disfrutando la cronología y las prioridades,
revivo cada memoria en cuanto aparece
y tiemblo de rabia cuando no llegan tus pasos.
Tropiezo con las partículas que dejas
y acepto las ventanas siempre abiertas
esperando que me devuelvan ese aire feérico
que se desliza paso a paso con la eternidad.
Respiro,
he aprendido a esperar,
tu descanso es una promesa que sellará mi boca,
en mi mente no queda más que tu nombre,
en las puertas no queda más que tu ausencia.
Llego con las manos al cielo,
envolviendo en celofán todos los besos guardados
y escondiendo en casa tu amor que nos arropa
para no tener que lidiar contra el olvido
cuando el tiempo perdido nos guarde rencor.
Te nombro cada mañana,
pero siempre llegas de noche,
vienes vestido de aurora boreal
con seis huellas en el pecho.
A donde quiera que vaya, te espero.
En el lugar que transites, te buscaré.
¡Detente! ¡Fíjate bien dónde caminas!
Volveré porque un día me propuse hacerlo.
Tú bien sabes que no me iré
y la amnesia nos queda demasiado grande
cuando los días respiran más rápido, pero no mejor.
Mírame, sin prisa alguna de borrarte…
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