Casandra y los ojos

Tú y tus ojos son mi estrecho paraíso,
tu pecho mi país
y tus piernas mis cadenas.

Hace mucho
(doce, quince, nueve ayeres)
yo era joven y concreto,
mi tiempo no se perdía en poemas
o en poesía,
mucho menos en tus labios
que eran un regio fantasma.

Vivía
(vivía),
al pie de una ventana y a la sombra de un sueño,
y la lluvia me tocaba como queriendo vencerme
y la nieve caía lejos en los volcanes y selvas.
A veces me traían
noticias de ese Imperio,
que se extendía de tus plantas
hasta mi lejana casa.
Tú, como Casandra,
veías cosas y sufrías,
tus ojos siempre han sido
los espejos del mundo.

Caíste en el error de conocerme,
y yo caí en tus brazos
—cómo no—,
tus tiernas palmas
me tocaron como si yo fuera
la tierra de un jardín familiar,
el suelo que dice paz de tanta sangre,
el tronco muerto que a veces hace música.

Me sentí a tu lado
y pensé que nunca iba a marcharme,
tus alas
(porque también tienes alas)
daban la brisa necesaria para no morir de altura.
Y así fue,
nos sentimos, uno al lado del otro,
casi descubriendo la espectral tragedia
que acecha a los incautos y a los tontos.

No éramos tontos,
sólo enamorados
(que viene a ser lo mismo a criterio de tus padres),
y no nos merecíamos ese telón rojizo
cortando
nuestros cuerpos y miradas.

No nos vimos desde entonces,
aunque tal vez sí nos vimos.

Suspendes nuestra despedida
poniendo los pretextos necesarios
y me traes cosas que he perdido
o han perdido mis amigos.
Me buscas con la gente
que nos conoce a ambos
y me llegan rumores
de que quisiste un reencuentro.
“Vino muy temprano,
casi con el alba,
y me dijo: quiero verlo,
y le conté donde estabas,
y me dijo: tengo miedo.
Quizás te espera a lo lejos”.

¿Me esperas?
¿Me espera una parte de ti por lo menos?
¿Si voy a nuestra patria te encontraré
viva,
real,
tangible,
y no solo en las rosas y cascadas?

Recuerdo la dicha de tenerte conmigo:
fabulosa,
sincera,
rutilante
y sorpresiva.
Siendo linda,
y mujer,
y espectro
y reflejo.

Tampoco es que te extrañé
(aunque en días como éste
extrañarte es la regla),
o que te quiera mucho,
o que pretenda enmendar algo.
No es que yo te ame,
ni que te sienta en mi pecho,
ni que me atormente el alma
esta República de Otros.

Más bien tengo nostalgia
de cuando no estaba solo.

Solo extraño el paraíso,
el país
y las cadenas.

 

 

2 respuestas a “Casandra y los ojos”

  1. Simplemente hermoso poema!!

    Le gusta a 1 persona

  2. Siempre tan pintoresco, evocador y nítido. Ya he leído algunos poemas tuyos y nunca dejo de sorprenderme.
    Muy bonito.

    Le gusta a 1 persona

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