La soledad como condición de posibilidad de la libertad

La Libertad, como autonomía de la propia voluntad, exige una serie de condiciones para poder ser ejercida. De la misma manera que no puedo elegir allí donde, de hecho, no hay elección, así tampoco puedo elegir donde mi voluntad se muestra vacía, se niega a sí misma, porque su falta de fortaleza no la mueve hacia objeto alguno.

Como sujeto de decisión necesito una voluntad firme, capaz de discernir entre elegir lo que quiero y lo que de ningún modo quiero. Ajena a la indiferencia que provoca la debilidad, hacer de mi querer auténtica voluntad exige mirarme a mí mismo. Encontrarme sin miedos, ni tapujos, con los demonios internos. Sostenerles la mirada, reconocerlos como lo que son: miedos del pasado proyectados indiscriminadamente. Ese discernimiento, ese encuentro con lo que soy, sólo puede darse en soledad. Esa soledad que se impone como el único espacio en el que yo puedo aparecer desnudo, con mi única presencia, tocando lo más genuino, sin enjuiciarlo moralmente. Esa soledad que me permite el reconocimiento de mis más recónditos sentimientos y temores. Ese íntimo recodo desde el cual puedo construirme a base de elegir continuamente: lo que quiero de mí y lo que no quieroaunque siempre habrá aspectos que aceptar y asumir porque son parte de mí

Soledad no es sentirse solo. Quien se siente solo lo que experimenta es abandono e indiferencia por parte de los otros. Esa soledad no es fructífera si se impone como una constante en la vida. Aunque bien es cierto que todos tocamos en algún instante ese sentimiento de abandono. Tal vez esa opacidad con sabor amargo sea necesaria en ocasiones para aprender a estar solos, y apercibirnos de que nuestro yo profundo únicamente puede emerger desde la soledad más cruda.

Sin la soledad, nos vaciamos de nuestro yo, nos volvemos camaleones buscando la propia identidad. Nos despojamos del referente privilegiado el yo para ir ejerciendo la propia libertad. Esa que anhelamos, como si fuera un vuelo fácil, pero que despreciamos cuando no podemos sostener la propia soledad.

La auténtica libertad sólo puede ser hallada en la medida en que podemos reconocer la soledad como su condición de posibilidad.

Una muestra terriblemente ilustrativa la encontramos en el clásico “Los cuatrocientos golpes” de Truffaut. Antoine es la personificación de quien se encuentra instalado en la soledad sin haber tenido tiempo de necesitarla. Se siente incomprendido por su entorno –padres, maestro,… y va forjándose tímidamente con el único apoyo de Renée. Ahora bien, desde ese “abandono” emocional en el que vive, Antoine no lo tiene fácil. Sus intentos de deshacerse de los “golpes” que le caen son bandazos al aire, más que elecciones fruto de su libertad. A pesar de eso, y porque el dolor es uno de los grandes maestros de la vida, Antoine se mantiene a flote. Se refugia en su interior, admira la tenacidad del protagonista de “La búsqueda de lo absoluto” Balzac quien da toda su vida por un sueño. Por eso recuerda a su abuela, la única que tal vez lo quiso, y relata ese hecho terrible de su vida dotándolo de un eureka balzaquiano que anuncia que siempre hay esperanza.

Antoine se nutre de su soledad abandono que ha sabido convertir en soleda y de un sueño. Un sueño que tiene sabor a libertad y que al final de la película consigue alcanzar: ver el mar. Si con doce años es capaz de fugarse, a pesar de las consecuencias que podría tener para él, en lo sucesivo Antoine será capaz de lo que se proponga, porque su soledad le ha brindado la posibilidad de sentirse libre y elegir aceptando los golpes, que nunca pueden ser tan terribles como la renuncia al propio yo, a la propia libertad.

3 respuestas a “La soledad como condición de posibilidad de la libertad”

  1. Molt inspirador Ana.

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