Se clava en mi pecho
la espina que lleva
grabada a fuego y espada
la huella de tu nombre.
No puedo sacarla.
No quiero arrancarla.
No debo tocarla.
Es dulce la sangre
que mana de esta herida,
mas no puedo probarla.
No es momento de beberla.
No me siento preparada.
No puedo aún saciarme
con el ardor de tus miradas.
Me quedo hambrienta
en esta noche, descarnada,
consumiéndome en la espera
de encontrar el manantial
que me cierre las heridas,
que me lleve hasta tu cama.
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