Notas amargas despiertan del letargo,
las columnas móviles se tambalean
ante el ímpetu de las fuertes mareas,
el aluvión de los fríos dardos.
Ruge el león ante el siniestro ente.
Volvió el despiadado enemigo,
las miradas anónimas son testigos
de los alaridos del sufriente.
En el crepúsculo los puñales
atraviesan la frágil hendidura.
No hay refugio en la sepultura,
la aflicción inunda hasta los capilares.
Las punzadas martillean la madera,
los sueños sepultados en el cimiento,
desfigurado por el padecimiento.
¿Cuándo podré volver a ser el que era?
¡Muy bonito poema, conciso y con mucho estilo!
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Muchas gracias
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Muchas gracias
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