Volteo con disimulo,
hago garabatos en los libros cuando leo,
llevo lapiceros en el bolso, por si acaso,
y un palo santo de la buena suerte.
Escribo en el block de notas insultos que no envío,
llamo a todos en su cumpleaños,
limpio el teclado antes de comenzar a trabajar
y trato a la gente por su apellido cuando me enojo.
Tengo buena memoria, hasta para lo absurdo,
compro libros que aún no leo y no presto ninguno.
Veo telenovelas y lloro en algunas escenas,
me duermo en el cine y decirlo no me da pena.
No cobro venganza, porque es dulce y me da diabetes.
No guardo rencor, después no me queda espacio para la ropa.
Le temo a los aviones, pero amo irme de viaje,
le rezo a Santa Lucía y a Guadalupe la llevo en el equipaje.
Como lento, aprendo rápido, y para contestar me tomo mi tiempo,
no veo noticieros, ni hago crucigramas, y sin embargo, cargo mala fama.
La vida no es una competencia, pero se ha vuelto una lista de chequeo,
y aunque me haya extendido en habilidades, explicaciones y virtudes,
lo que no hago es justo por lo que todos me han juzgado.
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