Hasta la persona más fría
anhela el calor de unos brazos
que la quieran hacer sentir en casa.
Porque el amor derrite
hasta al más duro corazón.
Y aunque nos empeñemos
en construir corazas,
todos nos dejamos acariciar el alma
por quien sin ponernos un dedo encima,
logra colocar saliva en todas nuestras heridas.
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