Los poetas vivimos esclavos de las palabras que nos liberan.
La inspiración es la que conduce cada letra dibujada en el papel, cada idea que pretende sorprender y cada sentimiento que fluye bajo la piel.
Estas palabras hacen prisioneros a quienes, con dificultad, encuentran la manera de hacerse oír en un mundo insonorizado al dolor ajeno.
Convierten en valientes a quienes cometen heroicidades tales como soltar un “te quiero” sincero sin que una pantalla esté en el medio.
Destierran a quienes no supieron emplearlas en el momento y lugar adecuados, porque recuerda: no todo vale.
Transforman las mentes de quienes no tuvieron oportunidad de conocerlas y les permiten expresar lo que, en sus corazones, vivía.
Para mí, poetisa, las palabras son expresión, recepción y reflejo de lo que yo soy. Y tú, eres las palabras que me tengo que tragar y los silencios que me muero por romper.
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