Andanzas a media luz

Pocas cosas pueden levantar la moral

de un hombre que deambula

por las penumbras de lo extraño,

sometido al violento frío

de la enajenación,

y a las sucesivas ráfagas de viento

que lo desprenden

de su propia confianza en sí mismo.

Una caminata con los últimos rayos de sol

cayendo sobre su rostro,

el sonido de los transeúntes riendo

y haciendo valer su corta existencia,

los paisajes llenos de infinitos detalles

dignos de un largo suspiro.

Todo ello, no hace más que despertar

cierta familiaridad convertida en calidez

y potenciada por los recuerdos

de aquella figura errante.

Mas sin embargo,

si bien perdido en un inicio,

ahora aquel individuo

aún sin establecer un destino final,

camina por las calles

de una ciudad anónima,

con tal grado de certidumbre,

que muchos podrían considerar

incluso infantil,

pero tan preciada sobre todo

en los no tan esporádicos

momentos de debilidad.

Una respuesta a “Andanzas a media luz”

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