Como un cóndor me gustaría
ocultarme en la grieta suave,
que forma el paso continuo del agua
en tu cuerpo de montaña, de vida.
Y poder hundir mi pico en el cielo;
incrustarlo en tus caderas blandas,
como se incrustan los labios en el beso,
último, que culmina un adiós.
Acompañar tal vez, a la corriente de aire
que genera tu boca cuando me habla.
Inmóvil, agazapado en lo blanco del cielo,
en lo claro de tu piel infinita.
Si fuese de pronto,
más ave que hombre;
más cóndor que humano;
más feral que forzado;
te vería a lo lejos, desde las nubes,
pero no sabría cómo alcanzarte.
Y cuando el viento que silba
inunde mis narinas, mis ojos rojos;
y la noche me encuentre
frotando mi cuello desnudo entre las rocas;
mi sentimiento más visceral, más mío
gritara sin voz, tu nombre entero.

¡ Maravillosa y analógica prosa, amigo mio! Un cordial saludo.
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Con alma feral.
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