Nadie imaginaba que yo fuera a alunizar contra tu realidad.
Nadie. Porque nadie se preocupó de preguntar
en qué grado llega la soledad
cuando te conviertes en lo que nadie más es,
cuando te conviertes en la mitad de lo que has sido siempre.
Ya no existen todos los mundos posibles
donde yo rete a la temeridad;
han desaparecido con el apagón.
La vida me muestra su órdago:
todos los caminos y todos los poros de mi piel
me conducen al lugar de confianza.
Nadie preguntó cómo era llorar
sola en una ventana
mientras veía mi vida pasar.
(Un paréntesis irremediable.)
Cuando has perdido la mitad de lo que eras,
entre las ruinas
brilla lo verdadero
con toda la fuerza de la supervivencia.
Porque hay un lugar que es mío,
que me pertenece,
que por justicia me corresponde,
que aletea entre los escombros
pidiendo auxilio:
es el lugar donde preguntan
cómo es vivir con la mitad de lo que has sido siempre.
Es el lugar que me pertenece y al que pertenezco;
al que, por justicia, debo regresar.
Acúsame de seguir
el camino de baldosas amarillas
y repetir con fuerza
la frase que me devuelva a mi hogar;
porque tampoco nadie preguntó
qué había más allá del arcoíris.
María Agra-Fagúndez