Ojos de obsidiana, escrutas mi alma
como si en ella fueras a encontrar un mañana.
Nada queda en ese reflejo oxidado
que no devuelve la mirada por no ofender,
por no excederse en el último intento,
por no atreverse a florecer.
Pasan de largo las primaveras
en este verano convencido de no ser
más que un oscuro invierno
adormecido en mis entrañas y a merced
de algún supuesto estrafalario que inventé.
Verdadera convicción, enredadera
de ocultas vanidades y caprichos que esconder.
Vicios olvidados en alguna esquina
con cualquier mala mujer a la altura de mis alas
y con miedo a despegar los pies
de un suelo todavía por fregar.
«No frenes» me decían aquellos
que solo saben de acelerar,
pero hay cosas que deben macerar
para estar listas.
Mi corazón no entiende de prisas,
mi cerebro no entiende al corazón,
camisa de fuerza, atado vacío a la sinrazón
de mi propio desentendimiento.
Desconsuelo en paradójico esperpento
que no sé cuantificar,
ni definir, ni razonar,
mucho menos explicar.
Se queda corto el vocabulario
para quien quiere dibujar con sus palabras
una vida en acuarela…
Sobre un lienzo de cristal.
2 respuestas a “Triste acuarela”
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