La juventud
frente a la senectud
es la flor de la vida
que,
lejos de ser cuidada,
es oprimida y repudiada.
Esa flor que hacemos morir
cuando dejamos desamparados los proyectos
y nos empeñamos en poner cerrojos
a cada puerta por la que quieran salir.
De la vida,
la que es de todos
sin pertenecer a nadie
aunque,
pecando de hiriente,
me atrevo a decir
solo es de la muerte.
La juventud se enfrenta,
la juventud se encara,
pero también se cansa,
de dar y no recibir nada.
Acabar con el movimiento febril,
cansado y teñido de añil.
Como un cielo quemado por el sol,
como un joven encarcelado sin razón.
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