La casa no es refugio, y el hogar es un invento.
Hay un virus afuera y hay invierno adentro.
No hay escapatoria entre enfermarse del cuerpo en la calle o enfermarse del alma en la casa. El hospital del cuerpo está colapsado y el hospital del alma está desahuciado.
Suena el silencio:
Silencio denso
Silencio que pesa
Silencio que huele a frío
Silencio que sabe a adiós
Silencio estridente
Silencio donde hubo amor.
Dos son compañía:
Pero él entierra su cabeza en la prensa, aunque ni su cuerpo ni su mente le presten atención, mientras ella le sube el volumen a la música de su celular y se abstrae, fingiendo trabajar.
A él se le pasan los días de encierro, ella no volvió a contarlos.
Tienen una vida indiferente, esperando huir aunque ninguno lo intente.
¿Cuándo terminará este encierro?
Nunca. Tal vez pronto se levante la prohibición y el miedo mundial, pero de la cárcel de su alma nadie los liberará.
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