Qué sutil el aroma
de nuestros besos furtivos
de callejuelas en flor…
Pero si de mí te alejan
¡qué violenta tu ausencia!
Quisiera haber sido yo,
¡para ponerte a salvo del olvido!,
quien robó la primavera.
Y bordar tu rostro blanco
y escribir nuestras consignas
y tu código de honor
en pétalos por bandera.
Proteger la levedad de tu sino
de este ¡absurdo mes de marzo!
que ha parado su reloj.
Voy a volverme la flor del naranjo
y a escaparme de esta guerra,
y a desprenderme de ramas y raíces.
Voy a pegar tu libertad conmigo
para posarme en la solapa del poeta.
Voy a nacer por ti otra vez más fuerte
y a crearte como un dios.
Y seré tu centinela
para que existas a pesar de los designios,
y no vuelvan a decir las gentes
que el azahar no tiene quien lo huela.
Las flores de naranjo tienen una belleza particular. Saludos.
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Minor, y su olor… Hemos tenido que conformarnos con recordar su olor este año, por eso les he dedicado el poema. Un abrazo.
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Ese olor es único, Ana. Contiene mi niñez. Gracias nuevamente. Saludos.
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Sí, es un olor evocador. Gracias a ti.
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