Levantarse antes
de que salga el sol.
Tomarse un café
asqueroso
y un par de tostadas.
Ducharse con la manguera
porque el teléfono
está roto,
y rebanarse la cara
con una cuchilla oxidada.
Y fuera hace frío.
Y te pones una vieja chaqueta
que huele como el aliento
de una puta del este de Kansas.
Jódete.
Jódete y sal corriendo
para trabajar 6 horas
por la mañana,
8 horas más
desde la tarde hasta la noche,
y cena algo de pollo rancio.
Mantente sereno,
y sonríe.
Sonríe a los clientes, al encargado,
al jefe.
Finge que eres feliz.
Eso es todo.
Finge estar
agradecido,
de eso se trata.
Y las pocas horas
que consigas dormir,
y apaciguar tus demonios, sueña.
Tan solo sueña.
Eso es
todo.
Eso es
todo.
Qué triste verdad? Siempre hay algo más, debe haberlo para no volverse loco.
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Brillante y realista relato corto. Pero dime ¿como promovemos la revolución pacifica y silenciosa; contra el sistema político corrupto, asociado a los poderes económicos internos o foráneos, que desde hace décadas con la “pergeñada fantasía de la globalización”, meten miedo a los trabajadores no calificados e informales, que solo se contentan con tener un plato de comida para llevar a su casa y así, creen que son privilegiados (lo malo es acostumbrarse en mansedumbre) ; mientras en el mundo – dejando de lado esta maldita pandemia-, mueren de hambre y otras epidemias por día, centenares de miles de personas.
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¡Qué triste y qué real al mismo tiempo! Tan bien expresado… Saludos 🙂
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