Quizá nunca estamos listos del todo para enfrentarnos al veloz paso del tiempo. Tal vez jamás sepamos valorar justamente el instante presente, el segundo que se nos regala en este mismo momento. Cada vez más, el ser humano prefiere estar ausente, distraído, anestesiado… para dejar de sentir cómo a cada respiración se le escapa un suspiro más de vida, uno menos de todos los que le quedan por experimentar. Es curioso cómo a medida que la tecnología nos ha ido regalando formas con las que ahorrar tiempo y esfuerzo, el ser humano ha ido inventando también otras formas de derrocharlo.
No apreciamos las cosas hasta que las perdemos y siempre queremos tener aquello de lo que carecemos. Estas dos características que definen al ser humano nos conducen a un callejón sin salida y, al final, toca saltar los muros que nos rodean para darnos cuenta de que, simplemente, el error estaba en el empeño por cruzar una pared en la que nunca hubo puerta.
Todo tiene su momento y el futuro llegará sin que tengas que preocuparte por llamarlo, pero el presente solo puedes habitarlo ahora. Es cada momento presente el que desemboca en un momento futuro, cada segundo del hoy es un ladrillo para el mañana que deseas construir. A menudo, las cosas no saldrán exactamente como las imaginas, pero es normal, porque por mucho que hayas oído lo contrario, hay muchos otros constructores que van aportando algo a lo que acaba siendo «tu vida».
Este texto fue escrito hace un tiempo, sin embargo, releerlo me ha hecho recordar cosas importantes. Es por ello que he querido compartirlo con vosotros. Ojalá aprendamos a valorar lo que tenemos hoy y a vivir cada instante como el momento único e irrepetible que es.
Deja un comentario