Te escribo a vos, mamá, así digás que nunca te dedico una palabra. Te escribo a vos también, corazón cansado ya de absorber.
Verano en octubre fue el día, el momento del peso atribuido. Vos, mamá, vos bajo la ventana, pequeña, asustada. Yo mirándote de lejos con esa garganta congelada, como ayer, como hoy, como mañana, como esa noche.
Valiente vos, alzando el rostro aun con el peso del golpe. Cobarde yo, persistente en esquivarte la mirada. ¿Cómo olvida uno un desgarro?
Veloces fueron los pasos hacia vos. No podía dormir. Reinaba el vilo. Me habían aturdido. Y vos, mamá, me defendiste. Pasmado escuché sus gritos, tus gritos. Y luego ese trueno. Me volví cristal. No pensé que la lluvia fuera a durar la eternidad.
Corrí. Corrí. Corrí a vos. Amarilla la luz que te cubría, porque mis brazos no pudieron. No han podido.
Desde allí te escribo todos los días, mamá, así digás que nunca te dedico un pensamiento. Desde allí te escribo, corazón que soporta esa culpa. Querer pedir perdón, pero solo poder decir adiós.

Daniel Molina Durango
@Damodu1991
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