Y de repente se dio
cuenta de lo que
implicaba su fuerza.
Estaba protegiendo
y amparando
con sus espinas
sus miserias.
Y de repente recobró
un valor que en otras
épocas creyó gastado,
cadáver, agotado.
Se percató, sin saberlo,
de la historia que
emanaba de su tallo.
Y de repente vio cómo
mixturas de verdes
-o de tonos pardos-
quedaban a su paso
perplejos, sorprendidos;
Sin embargo, a la vez,
embelesados.
Y de repente advirtió,
reparó en que era
simple y llanamente
un cardo.
Carlos Vera
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