La Isa

La Isa hablaba distinto cuando me contaba las historias de su familia. Como con más ganas. Una tarde nos pasamos por la casa de su Tía y entre las dos estuvieron relatando toda una serie de relatos y sinvivires de la genealogía de la Isa. Todo aquello daba para escribir una saga entera de venturasSigue leyendo «La Isa»

Es cuestión de suerte

Todos los jueves vienen a verme a mi puestecito y me piden el mismo número, el 18679. Ya lo hacen sin entusiasmo porque ellos, Eugenio y Braulio, han depositado demasiadas esperanzas en el número y ninguna de ellas se ha materializado jamás: una casa en la playa, un deportivo, un viajecito a Punta Cana conSigue leyendo «Es cuestión de suerte»

Difuminado

Siento el viento abofeteándome el rostro, pero pese a su rudeza, lo acepto de buen grado, consciente de que sin su presencia me sería complicado afrontar los envites del sol en aquella tarde de verano. Me encuentro tumbado en un prado, acompañado de centenares de briznas de hierba que se divierten haciéndome cosquillas en lasSigue leyendo «Difuminado»

El viaje

Las ventanillas están bajadas lo suficiente para que el aire helado le dé en la cara haciendo volar su flequillo y evitar que el mareo acabe en un vómito dentro de una bolsa de plástico del Continente recubierta con papel de periódicos viejos. Todos tienen frío, pero prefieren ponerse el chaquetón encima antes de queSigue leyendo «El viaje»

El pase largo

No quise pensarlo mucho y me decidí por el pase largo que dibujó una hermosa parábola en el cielo de aquella tarde. En campo rival, Pedro tuvo cierta dificultad para controlarla pero su mágica zurda fungía de guante. La mantuvo así por algunos segundos hasta que le duplicaron la marca y se vio en laSigue leyendo «El pase largo»

Otras voces

Me dijo que me parecía a uno de sus cantantes favoritos, que le recordaba a él. Una sensación rara me invadió a raíz de ese comentario, y pensé que era un comentario extraño para la primera noche que pasas con alguien. Pero no le di mucha más importancia. Estaba siendo una gran velada. Mi faltaSigue leyendo «Otras voces»

El sello de la tierra

Me desperté en una cueva oscura. Estaba ligeramente mareado y el espacio a mi alrededor se balanceaba un poco, aunque apenas distinguía unas pocas siluetas en la oscuridad. Notaba corrientes de aire que me arañaban la piel y me hacían tiritar de frío, pero no conseguía descubrir de dónde provenían. No recuerdo por qué, peroSigue leyendo «El sello de la tierra»

Solo para fumadores (Tributo a Julio Ramón Ribeyro)

Muy como el flaco, empecé a los catorce o quince años, apoyado en la descolorida baranda afuera del ICPNAC. Como a cualquiera, la primera pitada me causó una tos implacable y la promesa de no volver a hacerlo más, pero no soy el indicado para hablar de compromisos. Le perdí la gracia por mucho tiempoSigue leyendo «Solo para fumadores (Tributo a Julio Ramón Ribeyro)»

Noches en la Habana

Nota: Recomiendo esta lectura acompañada de la canción titulada “Chan, Chan”, de Buena Vista Social Club. Acontecía una noche tranquila, sin luna, bajo el color del silencio de los edificios de la Ciudad de la Habana. La brisa del Malecón apenas entraba en la atestada ciudad, de ruinas a los monumentos, de gente en lasSigue leyendo «Noches en la Habana»

Meditación nocturna

Serena noche la nuestraen que la Luna concedió mandatoa las pocas, tímidas muestrasde afecto para pasar el rato. En propuestas se nos va el tiempo,y no hacemos nada por evitarlo;parece ser un pasatiempo:el sabotaje debemos perpetuarlo. El calendario nos persigue, corriendopor días y tardes, sin descansoparece ser que al nocturno le tiene miedoporque a losSigue leyendo «Meditación nocturna»

Mi funeral

Parado ahí, ante ese féretro desconocido, no pude evitar tener las reflexiones más crueles y crudas que no deberían ser normales a esta edad. Los asistentes que se acercaban para dar su último adiós no parecían mostrar el mínimo sentimiento de tristeza por quien yacía en el ataúd. Solo los más cercanos eran quienes derramabanSigue leyendo «Mi funeral»

Sasaima

¿Ha visto cómo descienden las nubes por los cerros orientales? Cada vez que llueve, las nubes me hacen recordar la última invasión. Parecían masas, aglomeraciones, aleaciones, eran cientos, miles de ellos. Caían como la lluvia. ¿Dónde estaba usted en esos días? Yo estaba trabajando en la Secretaría de Cultura. Sí, en el área de concursos.Sigue leyendo «Sasaima»

Sigue la melodía

Me gustaba estar solo, pero solo a veces. Me gustaba estar solo cuando me tocaba estar solo. Como ahora. En los intermedios. Leyendo, absorto en una historia y ajeno a mi exterior, tan solo acompañado por un traqueteo del tren que se volvía imperceptible a mis oídos si no le prestaba atención, de la mismaSigue leyendo «Sigue la melodía»

Chavela

La Llorona empezó siendo la Cebolleta. La llamaban así los niños del barrio. «Todavía huele a la Cebolleta», decían por la mañana. Y siguiendo el rastro se asomaban a la ventana de la cocina. Ahí estaba (y seguiría estando días y noches) la Llorona con su berrinche crónico. Aprendió a andar entre los pucheros delSigue leyendo «Chavela»

Sueño de unas noches de marzo

Una vez más, te asaltó el pensamiento de que, cuando todo esto acabara, te dolería. Te dolería recordarlo y no tener la oportunidad de volver a este mismo instante, te dolería tanto que te marearías repentinamente notando la soga del nudo en tu garganta asfixiando tus palabras. Sabías que pensar en el fin no teSigue leyendo «Sueño de unas noches de marzo»

RV

A los cinco años RV descubrió la poesía. Su padre le regaló de cumpleaños un pequeño librito que compilaba algunos poemas de Pizarnik y donde estaba, especialmente, En esta noche, en este mundo. A RV le encantaba escuchar las voces de sus padres leyendo, declamando, recitando, actuando cada uno de los poemas que contenía elSigue leyendo «RV»

El baile de la vida

El patio estaba decorado de una manera espectacular. Alguien había traído una escalera y había colgado guirnaldas de diversos colores, conectándolas entre los dos tejados; habían colocado las mesas que tenían guardadas en el almacén para los momentos especiales a lo largo de todo el espacio, con manteles que alguien les había de haber prestado,Sigue leyendo «El baile de la vida»

Mundos

Apretó el botón de desconectar y la pantalla se tornó negra. Se recostó en la silla y dejó escapar un largo suspiro. Separó las manos del teclado y del ratón y, después de colocarse bien las gafas, que estaban a punto de resbalársele de la nariz, dejó caer sus brazos a sus costados. Fuera, eraSigue leyendo «Mundos»

Cuento ( y II)

…           Hasta que la sorprendió el alba, ahíta de emociones y con el alma plena se fue a descansar, pensando en volver a la noche siguiente como así hizo. El lago brillaba iluminado al igual que la noche anterior, aunque las aguas iban más bajas, pensó que era el calor del verano que evaporabaSigue leyendo «Cuento ( y II)»

Memoria de acceso aleatorio

Mi memoria es enormemente defectuosa y aunque tenga en frente de mí a esa persona que no he visto en años, no logro recordar mayores detalles. Porque la memoria también trabaja con palabras. Un saludo afectuoso hace sentir sensaciones ocultas, pero son las palabras las que hacen brotar imágenes, una detrás de otra, como cuandoSigue leyendo «Memoria de acceso aleatorio»

Aferrado a lo imposible

Me levanté sobresaltado, con el corazón latiéndome desbocado y un sudor frío empapándome la frente. Miré a mi alrededor, desconcertado. Por un momento no reconocí aquella habitación desordenada, llena de ropa tirada, platos sucios y polvo acumulándose en la mayoría de los muebles. Pero no tardé mucho en saber dónde me encontraba. Era mi dormitorio.Sigue leyendo «Aferrado a lo imposible»

Hombres de maíz

El primero en desaparecer fue Román. Nadie en el pueblo supo decir cuándo fue la última vez que lo vieron, unos decían que había sido la noche del viernes 13, como si de mala suerte se tratara. Otros decían que en el monte, como si la tierra se lo hubiera tragado reclamando algo que leSigue leyendo «Hombres de maíz»

Cuento (parte I)

Era casi de noche cuando acerté a ver las luces de la posada, lo que alivió mi espíritu sobremanera, ya que no me era ajeno lo peligroso de deambular en las sombras por estas tierras del norte. Mis pies cansados agradecieron doblemente mi suerte, tanto por el abrigado calor de la chimenea como por elSigue leyendo «Cuento (parte I)»

Roxanne

Apenas entró al billar la reconocí después de tanto tiempo, pero a la vez se veía bastante distinta de la que recordaba. Su cabello negro abundante se le veía un poco apagado como si ese día no se lo hubiera lavado, y nunca la había visto usar leggins. Tenía ese aspecto de chica rockera ochentera,Sigue leyendo «Roxanne»

El guardador de secretos

El baño de niñas del tercer piso me parecía un lugar aterrador. Las paredes tienen la mitad pintada de color gris y la otra mitad cubierta de baldosas de un color que pareciera solo existir en los sueños de algún pintor desolado. Pareciera que en algún momento fueron rosa o crema, pero la poca luzSigue leyendo «El guardador de secretos»

Los guardianes de los espacios vacíos

En casa permanecían olvidadas un par de raquetas de marco de madera con el encordado destemplado. Mi hermano y yo no éramos muy proclives a este deporte. Alguna vez me inscribió a unas clases particulares donde un montón de niños cogíamos en nuestras manos unas palas en madera y con ellas teníamos que no dejarSigue leyendo «Los guardianes de los espacios vacíos»

24 horas

Fátima empieza su turno a las doce de la noche. Como todos los días, lo primero que hace al llegar al trabajo es colocarse el chaleco naranja que guarda en su taquilla de la sala de trabajadores. El reflejo del espejo que hay tras la puerta le devuelve la imagen de una chica con ojosSigue leyendo «24 horas»

Rizoma

–Doctor, ¿no ha sentido usted que pierde materia o sustancia? –De hecho he sentido que la estoy ganando más rápido de lo que deseo. ¿Por qué la pregunta, Maestro? –En estos días me la he pasado pensando… –Sano pasatiempo el suyo. –A veces creo que no. He pensado que cada cosa que hago, o queSigue leyendo «Rizoma»

La guardiana

Al igual que la luz se filtra por los cristales rotos de las vidrieras de colores, penetra la pequeña Caterina en la vieja cripta real. Primero se asoma tímidamente por el hueco abierto en las impresionantes puertas de madera, que dan paso al interior del abandonado mausoleo regio, rematadas con un arco ojival polilobulado. TanteaSigue leyendo «La guardiana»

Cláusula

−¿Nos podemos quedar toda la noche? −Claro que sí, amor. −Te prometo que te complaceré en todo lo que desees, en todo lo que hayas imaginado. −¡Qué rico! −Nos hacía falta tener un tiempo así, para los dos. Amo a nuestros hijos pero tú sabes lo complicado que es poder tener unas horitas solo paraSigue leyendo «Cláusula»