
Imagen de Irene Clairmont.
Cerrados o dormidos, con el rímel corrido o acompañados de lágrimas secas, no necesito ver tus ojos para saber lo que piensas. Durmiendo desnuda en mi cama, oculta entre las sábanas, tus párpados nerviosos me buscan en mitad de la oscuridad, pero no me encuentran y tiemblan por mi ausencia. Venas azules que despiertan hinchadas en tu cara pálida, la clavícula se te marca en la zona del hombro y te acaricias en la ducha, esperando a que haga mi apariencia en escena.
Susurrando palabras difusas entre sueño y pesadilla, te aferras a mi cuerpo en las noches más frías, intentando encontrar algo de calor que salga desde mi pecho y alumbre las sombras que pueblan tus tinieblas. Párpados como faros que iluminan mis ojos cerrados, como luces fosforescentes en la niebla, llenos de vida interior y que, sin embargo, miran y no miran.
Silencio en tu cerebro, murmullos de corriente alterna en tu bombilla eléctrica, piensas y me imaginas, tus dedos divagan por los contornos de mi rostro, dibujando cada línea a carboncillo, retrato estrambótico de un yo que no soy yo. La envidia que me invade con rabia y tristeza, mi puño apretado y mi sonrisa estática en la cama, tus párpados me observan mediante ríos de lava, una luminosidad que me penetra.
-¿A quién amas? – Te pregunto como si nada, páginas desordenadas de un libro de tapas duras resbalando por mis manos quebradas.
Tú te giras, tocas el piano, una sonata; pero no respondes, sólo sonríes y continúas repitiendo el mismo leitmotiv de nuestra relación una y otra vez. Nuestros párpados se tropiezan y la piel aflora en sudores y gemidos al alba, cierras tus segundos ojos y abres los primeros para verme sin ropa, párpados que observan y no interpretan, que ven y no comprenden… que lloran a oscuras en 4’33 minutos de silencio cada hora.
Tus parpadeos son asentimientos constantes a mis sentimientos, ni más ni menos, y el arte es otra forma más de conocimiento sensible, algo táctil casi incomprensible para quiénes vemos y no vemos. Primeras membranas selladas para la luz del exterior; segundos párpados para acallar las voces que brotan desde tu íntimo dolor, y un espacio intermedio donde guardas mi amor.
-Lo único que veo… eres tú – Contesta un día de repente, donde el aire se congela y mis ojos no escuchan ni mis oídos entienden, ninguno de ellos puede… Porque te miro y no te miro y, aún así, sigo aquí contigo. Frente contra frente, mano con mano… párpado con párpado.
Ojos azules más translúcidos que los prismas de juguete, sentada al lado de la ventana, le sonríes a un mundo inexistente… Oscuridad permanente. Párpados melancólicos que me acechan desde la distancia y me piden que me acerque, me lo agradecen y ordenan a los labios que me besen…
Porque tú miras y no miras, porque yo miro y no miro…
Nos miramos.
∀
Por: Almudena Anés (Escritora de Letras & Poesía)
https://historiasdel98porunadel13.wordpress.com
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