Arrugas quebradas

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Las arrugas quebradas sobre las sábanas
cuando se estremecen cada vez
que tus ojos de serpiente las adoran.

Mentira, mentira: es una aventura
de la fealdad habitual sembrar
con tus cabellos muertos
las sedas de tus delirios cada noche.
Soporta con frialdad los arrebatos
eróticos que te rompen, acaricia
los cabellos podridos que se retuercen
bajo la luz de tus candelabros rituales,
y vuelve a las andanzas peregrinas
de cuando tu juventud, sin pliegues:
sin vellos púbicos
que entorpezcan el placer.

Y después contemplémonos en nuestras sombras
plateadas que limpian los suelos a su paso,
y no te detengas ya nunca más
porque la quietud es la muerte,
y la muerte es tu belleza absorbida
lentamente por los rizos consumidos
en letanías olvidadas de sudor y sudores.

Contemplémonos ahora frente al cristal:
nuestros cuerpos rotos,
llenos de tiempo y de horas estériles.
Pero hoy no es necesario que
nos acariciemos;
ya nada será necesario,
aunque casi todo es inevitable:
todavía inevitables las antiguas manchas,
-delatoras y crueles-
de nuestros cuerpos en las sábanas:
déjalas ahí para siempre
y olvidémoslas.

Por: Lluis López Sanz (España)

twitter.com/amadisdetiana


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