En la noche más oscura,
sin luna ni brillantes estrellas,
el rostro de él mojado por la tormenta
emerge en la psiquis de ella.
Alterada despierta
con el miedo acuesta
de su visión de muerte.
Su llamada en plena madrugada
lo detiene.
El gesto de decirle
no estás solo,
estoy aquí contigo
serena su ofuscada mente.
Ella,
la desconocida,
albergaba
la salida de todas sus dudas.´
Él que se había acostumbrado a
navegar por los océanos de la soledad,
donde la esperanza
de ser comprendido
y querido
fue engullida por la sombra.
Desde esa fría inmensidad
la luz de ella,
pequeña como una luciérnaga,
con largas charlas
y silenciosos paseos,
fue creciendo como lo hace
la paciente semilla.
Dos extraños se volvían a encontrar.
en apariencias no se habían visto nunca
sin embargo,
el tacto
al sentir sus manos unidas
reveló
la evidencia oculta.
Eran espíritus afines,
familia,
desde otras pasadas vidas.
Por eso la tierra
se abrió con un seísmo de alegría,
y un enorme tsunami de amor
los inundó de dicha.



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