Crecen y crecen sin piedad
temerarios monstruos que se alzan como árboles
en este extraño bosque gris que desconozco;
desde mi miedo veo asomar a sus ramas,
bandadas de aves que, ruidosas, cantando entre sí,
desafinan con la melodía de mi cabeza.
Ausentes de silencios, por los nuevos caminos,
rugen felinos brillantes
en una especie de carrera a muerte
por llegar hasta su presa para no morir de hambre,
noto que ya casi no queda donde pastar,
solo esa rara hierba gris que,
podría jurar, almacenaba tus pasos.
Mi árbol ha cambiado y yo perdida y sola,
sigo esperando verte aparecer
a través de esta rama de cristal;
y sin comprender aún ¿qué hago aquí sin ti?,
imito sus ruidos que, extraños, desafinan
con la melodía de tu voz en mi cabeza,
y les sonrío, para que nadie note
que muero de miedo
pues no reconozco a nadie,
no pertenezco a este lugar
y aunque ahora, sin mis alas, parezca igual a ellos
aprenderé a volar para encontrarte
porque no soy más que aquella mariposa
que desde tantas otras vidas te espera.



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