Escucha cómo crujen las hojas bajo mis pies descalzos,
parecen libres, pero siguen encadenados.
Llévame donde tropecé aquella vez;
haz que vuelva a ver los colores,
que vuelva a disfrutar de los olores;
esta vez los conservaré como tesoros.
Deja que me tumbe sobre la hierba,
quiero ver la luz del sol entre rubíes,
que millones de gemas floten sobre un cuerpo postrado ante el tiempo.
Háblame hasta que cierre los ojos,
que cuando los abra
la luna se haya abierto paso e ilumine mi frente.
Haz que el aire se quede quieto,
tan quieto
que tus murmullos sean lo único que me acompañe.
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