La imaginación te comienza a jugar malas pasadas. Abandonas las escenas de los videojuegos para meterte de lleno en la realidad vital. Las relaciones interpersonales nunca han sido tan complejas y te das cuenta de que no se puede obligar a nadie a que te quiera.
Igual que no te pueden obligar a ti a hacer nada de lo que no quieres. Eso sí, nunca dejas cabos sueltos y buscas la manera en la que terminar todos los proyectos que comienzas.
Contra todo pronóstico, evitas las llamadas de atención que te sitúan en el foco y esquivas los conflictos que te impiden avanzar.
Crecer es la palabra que más vas a escuchar junto con “cambios”. Se habla de cambios para todo. Has cambiado, estás diferente, no te comportas igual, no tienes la misma apariencia. Pero, ¿acaso continuar estático es lo que se espera de ti? ¿qué hay de malo en no pretender pasar de puntillas por la vida?
La riqueza está en el interior de cada cual y no me refiero solo al corazón, que jamás elige a quién amar. Sino también a la mente. La que maquina, la que proyecta y la que, con la imaginación, nos hace ver lo que fuimos, lo que somos y lo que, al menos, pretendemos ser.



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