Me gusta jugar con fuego,
aun sabiendo que me puedo quemar.
Me gusta pensar en voz alta,
aunque me arriesgo a que alguien me pueda escuchar.
Disfruto mirando al cielo,
esperando siempre una estrella fugaz.
Me gusta observarte en silencio,
saborear cada gesto, escucharte al hablar.
Me gusta porque llego más lejos,
porque aprendo, valoro y puedo recordar.
Lo hago porque es mi estrategia para comprender.
Y si bien es cierto que muchos me dicen:
“¡Cuidado, quien mucho busca se puede perder!”,
yo prefiero perderme en la búsqueda
que quedarme por siempre esperando un tren,
que quizá no llegue o cambie de estación,
que ha pasado ya o descarriló.
Yo prefiero avanzar jugando,
atenta a la enseñanza que hay tras el error,
porque vivir así es vivir ganando,
disfrutar paso a paso lo que se vivió.
Y creo que el fuego se encontró jugando,
y que sin ese juego no habría calor,
que mereció la pena si ayer nos quemamos,
que hemos vencido al frío,
y ya no dependemos tanto
de que salga el sol.
Deja un comentario