Todo lo que no dije
se perdió durante el más frío de los inviernos.
Todo lo que soñé
cayó marchito en el otoño de 1995.
Todo lo que no entendí
pasó por delante de mí y no lo vi.
Todo lo que no amé,
lo olvidé.
Paseo por las calles deseosa de verla, a mi madre,
veo su juventud que camina dicharachera
hacia el puerto más cercano.
Su jersey rojo, el cuello alto se confunde
con sus labios pintados carmesí.
La vergüenza, el rubor de sus mejillas
cabalga torpemente hacia un encuentro,
en la rama serpenteante
que deja el fugaz vuelo de un vencejo.
Es invierno.
Cae la nieve.
Yo veía nítidos los copos
dejándose deslizar en su sonrisa.
¡Está feliz!
Y todo lo que no le dije,
lo recordaré.
Voy a llegar, sé que lo haré,
al centro de mi corazón,
para mirarlo sin temor.
Nací un mes antes,
soy ochomesina, y dicen,
que tengo un soplo en el corazón.
Y así
todo lo que no expresé,
no existió.

Natalia Sola
@nataliacabanillassola
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